29 septiembre 2012

Ol' 74 Jazz en Barley's, Spindale

27 de septiembre de 2012

La gracia de la música es que es universal. Mejor dicho, Universal. Vayas donde vayas, estés donde estés. En tiempo y lugar. Siempre puede haber un grupo, una persona, un instrumento o una historia que te cambie la forma de ver las cosas. Que te haga sentir como nunca. O simplemente que te sorprenda.  

En Spindale, North Carolina, las cosas ya no son como antes. Llamada así por la fuerte industria textil que albergaba, el concepto de economía global acabó por llevarse el trabajo a China, y con él el futuro de muchos de los habitantes que tienen que asumir que ahora viven en una región deprimida donde las cabras, el algodón y semillas de soja son de lo poco que da color al paisaje. Y es en ese ambiente de desolación cuando abrir la puerta de un restaurante puede emitir destellos de lo que el pueblo fue en sus mejores días. De lo que la gente del pueblo todavía es. Este paralelismo con la sociedad americana del Mississipi hace cien años es escalofriante.

Lo que en principio no iba a ser más que una cena con agradable conversación se convirtió en un concierto de jazz de unos tal Ol' 74 jazz formados por dieciséis personas, donde la comida (realmente excelente) pasó a un segundo plano. Saxos, trombón, batería, guitarra y bajo eléctrico, trompetas, teclados. Todo al servicio de aquel jazz de los cuarenta, iniciado en Chicago, y que es tan ameno, divertido, alegre.



Aquí hay hueco para todo. Desde los clásicos de toda la vida como Birdland hasta versiones de Respect donde las piernas y los hombros empiezan a descontrolarse como si tomaran vida propia. Por supuesto que hubo muchos otros temas, desconocidos para mí, pero que gracias a las películas de Woody Allen y All that Jazz Chicago todo suena tan extrañamente cercano y familiar. La incursión de una bella cantante en un par de canciones acabó por dar ese toque sensual que tanto favor le ha hecho a este estilo, a veces no tan fácil de entender. Poca gente se atrevió a irse antes del fin del bolo, pero los osados no podían hacerlo de otra manera que bailando y agradeciendo con gestos a la banda el regalo que les estaban ofreciendo.

La calzone que me calcé bien hubiera merecido un post en sí mismo, pero el concierto, la atmósfera, la delicada situación de una zona venida a menos y un Chevy Camaro aparcado en la puerta me dieron el último empujón para escribir unas palabras. 

Cada vez necesito menos para añadir una entrada al blog. ¿No os parece?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigues escribiendo tan bien como siempre. Quizá el punk no te transmita, pero tú sí que sabes como transmitir escribiendolo.
Besos.

Anónimo dijo...

Esto, en realidad... iba una mijina más arriba. Sorry.

Sweet Dreams dijo...

Muchas gracias por el comentario. Espero que, como siempre, sigas leyendo el blog.