12-15 Mayo 2011
Hasta dónde hemos llegao. El WOMAD (World Of Music, Arts and Dance) sigue aquí, y esta vez, con la excusa de los 20 años, y a pesar de contar con una reducción de presupuesto, ha vuelto a desmostrar que sigue siendo toda una ventana de Cáceres, de las músicas del mundo y de los extremeños al resto del mundo. Que sí. Que merece la pena conservarlo. Aunque sea con un escenario menos. Que se ha convertido en una de las señas de identidad que nos deberían hacer sentir algo bueno. Y hay que mantenerlo.
Tras un viaje más que anecdótico (mitad dinosaúrico mitad black), Cáceres recibió a los visitantes del tren de las 19:30 horas con lluvia. Desde lejos quedaba una estampa preciosa, arco multicolor incluido. Pero la descarga de agua fue acojonante. Eso sí, la experiencia del año pasado hizo recordar que un impermeable nunca está de más. Sin embargo, y a pesar de que la gente (no todos) aguantó a que cesara el vendaval, Cánovas siempre recibe como uno se merece. A medida que se aproximaba la avenida, un tumulto de tambores, cajas, bombos y panderetas alborotaban a la multitud que se agolpaba en los puestos de hippies. Venían a decir algo así como: "Bienveníos, ehsto é lo que os aguarda de aquí en alante".
Llegar el viernes tarde, y más teniendo en cuenta la supresión del escenario de las Veletas, hace que el número de grupos que se puedan ver sea menor. Por ello, tras una breve incursión en la habitación que iba a servir de cobijo, y una degustación al más puro estilo alemán (buena noticia que los precios de las Comidas del Mundo no suban de un año a otro), la Plaza de San Jorge se abrió con BigotT.
Zaragozano de Zaragoza, este hombre con bigote dejó una muy buena impresión. Una mezcla de folk y rock en inglés muy propia de la intimidad que añade la Plaza de San Jorge. Buena acústica y divertidos bailes que, a pesar del aspecto desaliñado, sirvió de fórmula perfecta para entrar en la dinámica del festival. Primer concierto, primera sorpresa agradable. Como ejemplo, aquí tenéis She is my man.
Justo después, sin anuncios para dejar ir al retrete, en la plaza Mayor tocó La Orchestre National de Barbés. Orquesta de origen francés pero con estilo de África del Norte, Argelia, Marruecos con algo de mezcla folk. Quizás porque la acústica en la Plaza Mayor no es igual que en San Jorge, no transmitieron lo que se esperaba. Y más si se comparan con los geniales Speed Caravan, que participaron en el WOMAD del año anterior.
El encanto del WOMAD no sólo reside en la gente. En los grupos. En la comida y bebida (los madrileños, encantados con los precios, aunque les cueste asimilar aquello de "maceta"). Sino en la improvisación. Ese desparpajo que, a pesar de haber actuaciones programadas en los escenarios, te limites a comprar bebida, comida y sentarte en cualquier sitio a tener una conversación agradable rodeada de una batucada, de una performance con fuego, de algún truco de magia o, por qué no, a relajarse en el suelo empedrado mirando la luz tenue de edificios medievales. Y así transcurrió el viernes.
El sábado amaneció tranquilo y, como es habitual, con un casco antiguo impoluto. Olé de nuevo por los servicios de limpieza, que merecen todo el reconocimiento del mundo. Como si allí no hubiera pasado nada el día anterior.
Tras un viaje más que anecdótico (mitad dinosaúrico mitad black), Cáceres recibió a los visitantes del tren de las 19:30 horas con lluvia. Desde lejos quedaba una estampa preciosa, arco multicolor incluido. Pero la descarga de agua fue acojonante. Eso sí, la experiencia del año pasado hizo recordar que un impermeable nunca está de más. Sin embargo, y a pesar de que la gente (no todos) aguantó a que cesara el vendaval, Cánovas siempre recibe como uno se merece. A medida que se aproximaba la avenida, un tumulto de tambores, cajas, bombos y panderetas alborotaban a la multitud que se agolpaba en los puestos de hippies. Venían a decir algo así como: "Bienveníos, ehsto é lo que os aguarda de aquí en alante".
Llegar el viernes tarde, y más teniendo en cuenta la supresión del escenario de las Veletas, hace que el número de grupos que se puedan ver sea menor. Por ello, tras una breve incursión en la habitación que iba a servir de cobijo, y una degustación al más puro estilo alemán (buena noticia que los precios de las Comidas del Mundo no suban de un año a otro), la Plaza de San Jorge se abrió con BigotT.
Zaragozano de Zaragoza, este hombre con bigote dejó una muy buena impresión. Una mezcla de folk y rock en inglés muy propia de la intimidad que añade la Plaza de San Jorge. Buena acústica y divertidos bailes que, a pesar del aspecto desaliñado, sirvió de fórmula perfecta para entrar en la dinámica del festival. Primer concierto, primera sorpresa agradable. Como ejemplo, aquí tenéis She is my man.
Justo después, sin anuncios para dejar ir al retrete, en la plaza Mayor tocó La Orchestre National de Barbés. Orquesta de origen francés pero con estilo de África del Norte, Argelia, Marruecos con algo de mezcla folk. Quizás porque la acústica en la Plaza Mayor no es igual que en San Jorge, no transmitieron lo que se esperaba. Y más si se comparan con los geniales Speed Caravan, que participaron en el WOMAD del año anterior.
El encanto del WOMAD no sólo reside en la gente. En los grupos. En la comida y bebida (los madrileños, encantados con los precios, aunque les cueste asimilar aquello de "maceta"). Sino en la improvisación. Ese desparpajo que, a pesar de haber actuaciones programadas en los escenarios, te limites a comprar bebida, comida y sentarte en cualquier sitio a tener una conversación agradable rodeada de una batucada, de una performance con fuego, de algún truco de magia o, por qué no, a relajarse en el suelo empedrado mirando la luz tenue de edificios medievales. Y así transcurrió el viernes.
El sábado amaneció tranquilo y, como es habitual, con un casco antiguo impoluto. Olé de nuevo por los servicios de limpieza, que merecen todo el reconocimiento del mundo. Como si allí no hubiera pasado nada el día anterior.
Como enamorado de los talleres vespertinos, nos esperaba Dobet Gnahoré con la mesa puesta, preparada para enseñarnos un plato típico marfileño y, de paso, al más puro estilo Arguiñano, echarse unos cantes también tradicionales con la compañía de su marido a la guitarra. De menú: bacalao harinao con patatas y banana (bacalao a loko, o algo similar). Increíble su voz. Porque a pesar de las tristezas cantadas, la alegría que emanaba de su cuerpo acojonaba.
Tras un breve refrigerio, les tocaba a los galeses 9 Bach. Un matrimonio, dos hermanos y dos grandes amigos forman este grupo de folk galés que pretenden darle una vuelta a la tradición sin olvidarse de la esencia de la misma, manteniendo melodías y letras pero con arpa e instrumentos de origen indio. Además de una explicación detallada de toda su historia y unas princesas sobre el escenario, dejaron una impresión buenísima, tanto por simpatía como por música (todo esto a pesar de que nos trajeron un chaparrón de sus tierras nada más empezar). Un espontáneo con capa y en trance hizo también más amena la actuación bajo la lluvia a los componentes del grupo...Grande.
Y es que el WOMAD, incluso si vienen grupos como el Viaje de Rose, que para mí no encajan demasiado con lo que es el festival, hace que esas actuaciones fuera de lugar tengan anécdotas y uno disfrute haciendo el payaso y dejándose llevar. Mami qué será lo que tiene.
No podía faltar la alegría africana, esta vez de la mano de Takeifa. Cinco hermanos (eso dicen) que, como raza superior que son los morenitos, tienen un don para aquello de los ritmos. Un concierto genial, divertido, escandalosamente amable, con las banderas del WOMAD y las cigüeñas revoloteando. La ostia.
Tras un pequeño descanso con revuelto de patatas (lo mismo que comí, pero arrejuntao), y observar cómo Dobet se dejaba la piel en el escenario principal del festival, faltaba en el WOMAD el nombre. Y ese no podía ser otro que Kiko Veneno. Un señor. Una figura viviente que se veía a lo lejos disfrutar con su rumba. Con su canción. Porque como él dice, hay cosas que no cuestan dinero. Porque es inspiración. De los que ya no quedan. Se fue volando del festival. Genio y figura.
Tras un breve refrigerio, les tocaba a los galeses 9 Bach. Un matrimonio, dos hermanos y dos grandes amigos forman este grupo de folk galés que pretenden darle una vuelta a la tradición sin olvidarse de la esencia de la misma, manteniendo melodías y letras pero con arpa e instrumentos de origen indio. Además de una explicación detallada de toda su historia y unas princesas sobre el escenario, dejaron una impresión buenísima, tanto por simpatía como por música (todo esto a pesar de que nos trajeron un chaparrón de sus tierras nada más empezar). Un espontáneo con capa y en trance hizo también más amena la actuación bajo la lluvia a los componentes del grupo...Grande.
Y es que el WOMAD, incluso si vienen grupos como el Viaje de Rose, que para mí no encajan demasiado con lo que es el festival, hace que esas actuaciones fuera de lugar tengan anécdotas y uno disfrute haciendo el payaso y dejándose llevar. Mami qué será lo que tiene.
No podía faltar la alegría africana, esta vez de la mano de Takeifa. Cinco hermanos (eso dicen) que, como raza superior que son los morenitos, tienen un don para aquello de los ritmos. Un concierto genial, divertido, escandalosamente amable, con las banderas del WOMAD y las cigüeñas revoloteando. La ostia.
Tras un pequeño descanso con revuelto de patatas (lo mismo que comí, pero arrejuntao), y observar cómo Dobet se dejaba la piel en el escenario principal del festival, faltaba en el WOMAD el nombre. Y ese no podía ser otro que Kiko Veneno. Un señor. Una figura viviente que se veía a lo lejos disfrutar con su rumba. Con su canción. Porque como él dice, hay cosas que no cuestan dinero. Porque es inspiración. De los que ya no quedan. Se fue volando del festival. Genio y figura.
Tras más conciertos inesperados (especialmente emotivo cuando vi, el día de clausura, al mismo gitano que el año anterior maravillándome con su guitarra y su voz...que aparezca en el programa, por dios), se cerró el WOMAD con el pasacalles. Más colorido que nunca. Y más divertido. Y más participativo. Este festival engancha, y se nota año a año.
Que 20 años no son nada. Ya lo decía Carlos Gardel. Que no son nada si llevan tras de sí mestizaje. Fusión. Música. Buen ambiente. Comida. Niños. Padres. Abuelos. Color. Que te busca y te nombra. Vivir...con el alma aferrada a un dulce recuerdo. Cáceres. WOMAD.
2 comentarios:
Una maceta es una puta maceta, eso es de cajón.
Tiene buena pinta, a ver si para el año que biene me apunto, que la música no sé, pero por lo que dices sólo por la comida ya debe merecer la pena!
La proxima, me apunto para los pasacalles.
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