04 mayo 2018

Jesucristo Superstar en el Teatro de la Luz

Madrid, 2 de mayo de 2018

Si tuviera que elegir una obra completa, tendría muchas dudas. Por suerte, son varios los libros, películas, álbumes y conciertos que llenan mi cabeza. Sin embargo, fue en los albores de la adolescencia cuando ubico la semilla del rock, del blues y de determinadas actitudes que despertaron en ese momento y hasta hoy siguen floreciendo. Y le echo la culpa, entre otras cosas, a una ópera. 

Jesucristo Superstar no va solo de una de las historias más manidas de la humanidad, sino de un camino alternativo, rupturista; de un cambio de papeles donde el malo es un incomprendido y el bueno tiene una relación indefinida con una prostituta, porque es la única que le calma cuando no hay marcha atrás. Hay soledad, amistad, amor imposible, revolución social, comedia, belicismo, drama. Es una historia llena de marionetas. Ni Judas quiere traicionar (pobre Judas), ni Pedro negar (nunca, mi Señor), ni Pilatos sentenciar (ayúdame a salvarte, Jesús). No entienden hasta el final que el guion estaba escrito. Un Jesús humanizado duda, ama, se harta, se cansa, empuja, blasfema, teme. ¿Está ya todo escrito de antemano? ¿realmente podemos cambiar las cosas? ¿seremos juzgados por nuestros actos o podemos aspirar a bailar con ángeles incluso habiendo cometido los más terribles errores? Todo esto pasaba por mi mente adolescente, con una gran dosis de rock, blues y jazz. 

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"Dejad de tiradme del dedo o preparaos para poner la otra mejilla"
Presencié el musical en castellano hace algunos años en la Gran Vía madrileña, pero no podía perder la oportunidad de ver la gira aniversario con Ted Neeley a la cabeza, aquel que interpretara a principios de los años 70 la celebérrima película. Y más aún si tenía, como tengo, la oportunidad de difundir la buena nueva a una víctima de mis cantos de sirena. 

He de decir que, aun a riesgo de retratarme, la versión en castellano de esta obra por los Camilo Sesto, Teddy Bautista & Cia no tienen nada que envidiar de la original del mismo Ted y Carl Anderson. Y lo mismo para la parte instrumental. Esas voces, música e incluso la traducción estuvieron a gran altura, amén de algún arreglo excesivo para mi gusto con sintetizadores en alguno de los temas. Por poner algún pero. Sin embargo, ver un Neeley ya bien entrado en los 70 desgañitarse con Gethsemane era un momento que requería mi presencia. 

En general, la puesta en escena, vestuario, música, interpretaciones, etc. de este JC del 2018 recoge el espíritu hippie y transgresor del 73 (recordemos: un judas negro, una prostituta como ¿amante?, un Herodes mitad hipster mitad Drag). Por supuesto con más luz. Por supuesto con mejor sonido. Pero la misma esencia. Bien. Muy bien. 

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"Si os volvéis a meter con James Brown, os convierto en polvo"
Es cierto que juntar a un Jesús de más de 70 años, pasando por tener 33, con bailarines y cantantes que rondan la treintena desentona un poco. Es una temeridad, de hecho. Especialmente por la clara diferencia en la fuerza de la actuación, siendo demasiado evidente por intensidad, poder vocal y garra. Yo, sin embargo, soy de la opinión de que con su sola presencia, mitos como Mr. Neeley llenan teatros y todo lo que se propongan. Qué voz. Aunque menos frecuentes de lo que solía, esos agudos prolongados nos levantaron de un respingo del asiento, haciéndonos olvidar el drama de su personaje. Lágrimas y vellos erizados inundaron y poblaron un teatro de la Luz donde una cruz inmensa practicó el exorcismo con los allí presentes.

Hablemos de la música. El grupo en directo fue un espectáculo. Con los violines y vientos ocultos, las guitarras, teclados y tambores se adueñaban de cada movimiento, de cada escena, de cada gesto. La música es el verdadero canal de transmisión de esta ópera, facilitando la llegada de los múltiples mensajes que se leen entre líneas, y que conforman, creo yo, momentos mágicos sobre el escenario. 


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"¿Qué has hecho, Peter?" "No es No"
Si no lo sabéis, Jesús muere. La historia es bien conocida, y es más que recomendable que disfrutéis de esta banda sonora imprescindible que enseña, entre otras cosas, que todo depende del color conque se mire, y permite empatizar con quien a priori parece imposible. 

Ojalá más de uno tomara nota. 

1 comentarios:

JERONIMO dijo...

Cuanto tiempo!!!!!los que vivimos la música leyendo crónicas ya echábamos en falta estas entradas, a mi también me trae recuerdos ,hace años unos jóvenes estudiantes ,osaron hacer una interpretación por supuesto en playback de la obra, había uno en concreto que hacia el papel de Judas..............grande Judas !!