06 de julio del 2011
Cuando un evento crea expectactión, pueden pasar dos cosas: que no se esté a la altura, lo cual siempre es decepcionante, o que se alcancen las expectativas creadas y, por tanto, no se consiga impresionar. Mentira. Puede ocurrir un tercer caso: que la actuación sorprenda tanto por su calidad y fuerza que tus elucubraciones queden a la altura del betún.
Tras diez años sin pisar España. Tras publicar uno de los que quizá sea de los mejores discos del año de rock. Tras reventar la venta de entradas en España con un único concierto en Madrid. Todo apuntaba a que sería una noche mágica. Un reencuentro con una banda, los Foo Fighters, que podría escribir su nombre en las letras de oro del rock internacional. Una cita con una de esas formaciones que diera prestigio a la década de los 90. Y amén de no decpecionar, dieron un recital de rock en estado puro de impresión.
Para empezar la noche, Dinero y The Gaslight Anthem pusieron la chispa. Los primeros con un estilo simple, bastante pobre a mi gusto, que simplemente sirvió para comentar la jugada con el vecino y hacer la espera ligeramente más corta. Mucho ritmo de batería bastante lineal durante todas las canciones y unas letras demasiado ñoñas. Amor por aquí, desamor por allá.
Se esperaba mucho de The Gaslight Anthem, banda americana de punk rock bastante joven con temas bastante enérgicos como The 59 Sound y, al parecer, donde para ser miembro debes tener al menos un brazo 100% tatuado. Durante todo el bolo dieron muestras de cuán fan de Foo Fighters son, hostigando a las masas a corear sus nombres y aclamar sus canciones. Sabían a lo que venían y cumplieron con su cometido. Iniciaron la combustión adecuadamente.
A las 22:00 horas, y después de que por una rendija del Palacio Dave Grohl alentara al público levantando una y otra vez los brazos, salieron al escenario, que inmediatamente se convirtió en el epicentro de un terremoto que duraría casi 3 horas. El aspecto del Palacio de los Deportes era impresionante. Lleno hasta la bandera este sitio acojona, se mire donde se mire. Pero no a ellos.
La salida fue abrumadora. Bride Burning, Rope, The Pretender, My Hero, White Limo. Una descarga de adrenalina brutal. La noche pintaba bien, porque el propio Grohl sabía lo que tenía entre las manos. Una marabunta que ansiaba recuperar el tiempo perdido. Como si diez años no fueran nada. Y lo puso de manifiesto al micrófono, diciendo que nos preparáramos, que iban a desplegar todo su potencial y que sería un espectáculo de rock jamás visto.
Con una escenografía sencilla pero muy conseguida, el efecto era el mismo que el de su música. No son necesarias las florituras para hacer rock. Para transmitir rock. Y para disfrutarlo. Focos que se desplazaban en vertical y algunas pantallas discretas conformaban una puesta en escena vistosa, a la par que currada. Porque de watios iban sobrados.
Aunque no sólo de watios vive el hombre. Siguieron Arlandria, de Wasting Lights, Break out, de There is Nothing Left to Lose, Cold day in the sun, de In your Honor, Monkey Wrench, de The Colour and the Shape. Dieron un respaso cojonudo a toda su discografía. Por ahora, se iba cumpliendo la palabra de Dave Grohl. Entre canción y canción, se vio a un Dave visiblemente emocionado por la que estaba liando en Madrid. Porque no hacía mucho, dijo, se veía donde estábamos nosotros y quería darnos lo que merecíamos. Y lo siguieron haciendo. Best of You y All my Life fueron escandalosamente buenas e intensas.
Todo carisma sobre el escenario, Dave Grohl y sus chicos (no olvidemos, por favor, a sus chicos) hicieron uso de la pasarela recorriéndola 200 veces a todo trapo para contentar al personal. Incluso Chris, el guitarra, se permitió el lanzarse al público de espaldas mientras seguía tocando su instrumento.
Lo malo de todo esto es que siempre se llega al final, y tras regatear con Dave el número de canciones que tocarían en el bis (se acordaron 5, pero fueron 6), salieron al escenario para acabar de reventarnos, físicamente y sentimentalmente, diciendo que España era su casa y que sentían haber tardado tanto en volver. Con las luces del Palacio encendidas, Dave deleitó a solas con Wheels y tras el resto de temas, reventó el final con EverLong.
Lo tienen todo. Carisma. Clase. Calidad. Diversión. Fuerza. Y seguidores capaces de recorrerse media España para verles durante 3 horas. Porque lo suyo es el rock. Sin ordenadores, Sin retoques. Así de simple, como proclamaba Grohl desde el escenario.
La paliza bien mereció la pena, a pesar de ser miércoles. De volver al mundo de los mortales al día siguiente con heridas de guerra. Sin duda, un concierto donde decir "Yo estuve allí" debe ser motivo de agradecimiento.
Tras diez años sin pisar España. Tras publicar uno de los que quizá sea de los mejores discos del año de rock. Tras reventar la venta de entradas en España con un único concierto en Madrid. Todo apuntaba a que sería una noche mágica. Un reencuentro con una banda, los Foo Fighters, que podría escribir su nombre en las letras de oro del rock internacional. Una cita con una de esas formaciones que diera prestigio a la década de los 90. Y amén de no decpecionar, dieron un recital de rock en estado puro de impresión.
Para empezar la noche, Dinero y The Gaslight Anthem pusieron la chispa. Los primeros con un estilo simple, bastante pobre a mi gusto, que simplemente sirvió para comentar la jugada con el vecino y hacer la espera ligeramente más corta. Mucho ritmo de batería bastante lineal durante todas las canciones y unas letras demasiado ñoñas. Amor por aquí, desamor por allá.
Se esperaba mucho de The Gaslight Anthem, banda americana de punk rock bastante joven con temas bastante enérgicos como The 59 Sound y, al parecer, donde para ser miembro debes tener al menos un brazo 100% tatuado. Durante todo el bolo dieron muestras de cuán fan de Foo Fighters son, hostigando a las masas a corear sus nombres y aclamar sus canciones. Sabían a lo que venían y cumplieron con su cometido. Iniciaron la combustión adecuadamente.
A las 22:00 horas, y después de que por una rendija del Palacio Dave Grohl alentara al público levantando una y otra vez los brazos, salieron al escenario, que inmediatamente se convirtió en el epicentro de un terremoto que duraría casi 3 horas. El aspecto del Palacio de los Deportes era impresionante. Lleno hasta la bandera este sitio acojona, se mire donde se mire. Pero no a ellos.
La salida fue abrumadora. Bride Burning, Rope, The Pretender, My Hero, White Limo. Una descarga de adrenalina brutal. La noche pintaba bien, porque el propio Grohl sabía lo que tenía entre las manos. Una marabunta que ansiaba recuperar el tiempo perdido. Como si diez años no fueran nada. Y lo puso de manifiesto al micrófono, diciendo que nos preparáramos, que iban a desplegar todo su potencial y que sería un espectáculo de rock jamás visto.
Con una escenografía sencilla pero muy conseguida, el efecto era el mismo que el de su música. No son necesarias las florituras para hacer rock. Para transmitir rock. Y para disfrutarlo. Focos que se desplazaban en vertical y algunas pantallas discretas conformaban una puesta en escena vistosa, a la par que currada. Porque de watios iban sobrados.
Fotografías sin retoques, como el rock de Foo Fighters
Aunque no sólo de watios vive el hombre. Siguieron Arlandria, de Wasting Lights, Break out, de There is Nothing Left to Lose, Cold day in the sun, de In your Honor, Monkey Wrench, de The Colour and the Shape. Dieron un respaso cojonudo a toda su discografía. Por ahora, se iba cumpliendo la palabra de Dave Grohl. Entre canción y canción, se vio a un Dave visiblemente emocionado por la que estaba liando en Madrid. Porque no hacía mucho, dijo, se veía donde estábamos nosotros y quería darnos lo que merecíamos. Y lo siguieron haciendo. Best of You y All my Life fueron escandalosamente buenas e intensas.
Todo carisma sobre el escenario, Dave Grohl y sus chicos (no olvidemos, por favor, a sus chicos) hicieron uso de la pasarela recorriéndola 200 veces a todo trapo para contentar al personal. Incluso Chris, el guitarra, se permitió el lanzarse al público de espaldas mientras seguía tocando su instrumento.
Lo malo de todo esto es que siempre se llega al final, y tras regatear con Dave el número de canciones que tocarían en el bis (se acordaron 5, pero fueron 6), salieron al escenario para acabar de reventarnos, físicamente y sentimentalmente, diciendo que España era su casa y que sentían haber tardado tanto en volver. Con las luces del Palacio encendidas, Dave deleitó a solas con Wheels y tras el resto de temas, reventó el final con EverLong.
Lo tienen todo. Carisma. Clase. Calidad. Diversión. Fuerza. Y seguidores capaces de recorrerse media España para verles durante 3 horas. Porque lo suyo es el rock. Sin ordenadores, Sin retoques. Así de simple, como proclamaba Grohl desde el escenario.
La paliza bien mereció la pena, a pesar de ser miércoles. De volver al mundo de los mortales al día siguiente con heridas de guerra. Sin duda, un concierto donde decir "Yo estuve allí" debe ser motivo de agradecimiento.
2 comentarios:
Por cierto, en la previa, tomando unas birras en la plaza, la policía demostró, una vez más, que en líneas generales se rige por la sensatez.
Al César lo que merece.
Entonces el concierto bien no?
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