Oscojorroncio. Sé que algún que otro académico de la RAE me desterraría de este mundo por empezar la crónica con un palabro que no existe (ojalá sí), pero mi diccionario mental no encuentra una palabra mejor para definir el concierto de anoche en el Calderón.
La primera impresión es la que cuenta. El ambiente era magnífico. La gente amable, solidaria (¡cerveza gratis!), fanática sensata (depende de si el lector piensa que venir a Madrid desde Sao Paulo para ver a ACDC es sensato o no). Y por ello, los queridos hombretones de seguridad nos "permitieron" acceder a la pista, a pesar de no tener la entrada adecuada.
AC/DC es dinamita que explota cuando menos te lo esperas...¡boom!; Es rudeza clásica que excita...¡aaaahhh!; Es destreza sobre el escenario a cada disparo de Angus sobre su asshole...¡bang!; Es puto amor por el rock...¡We salute you!.
El concierto, espectáculo, show, orgasmo, vellopunta o como quiera que se llamen 2 horas de excitación e intensidad, tuvo desde videoclips hasta mujeres tetudas de 5 metros, pasando por confeti bombardeado al público, un striptease de Angus y una traca final de fuegos artificiales.
Uno de los mayores encantos de AC/DC es su clasicismo, al nivel de los trovadores medievales (salvando cierta distancia, eso sí). Que no les quiten las mujeres; que no les quiten la campana para Hell Bells; que a Angus no le quiten su vestimenta; que a Malcom no le quiten esa cara de "te comería un ojo y te mearía en las cuencas si hiciera falta"; que no les quiten lo que es suyo: el poder de haber vivido durante más de 35 años con un corazón negro y unos cuernos diabólicos.
El repertorio era conocido; no variaron prácticamente de lo que ya tocaron en Madrid en la gira Black Ice a principios de año: Highway to Hell, Let there be rock (un Angus pletórico, con plataforma incluida y un sin parar de jadeos del público para que su pistola no detuviera las notas de su guitarra), Shot Down in flames, Dirty deeds done dirt cheap, Shook me all night long, TNT, Back in black, Thunderstruck...todos los clásicos. También incluyeron algún que otro tema del Black Ice, sin demasiado éxito. Sabíais a lo que veníamos: no nos jodáis.
¿Cómo es posible, por otra parte, que un grupo que utiliza siempre la misma base para sus canciones, que cambia tan poco su repertorio, que se mantiene en sus trece en su afán de conservar a un determinado público lleve más de 30 años sobre el escenario y siga siendo capaz de abarrotar un apoteósico Vicente Calderón? Pues la clave, señores, está en el espíritu. Tendrán 60 años, pero la fuerza que provocan y la que evocan es asombrosa. Torrencial. Clamorosa. Acojonante. La puta ostia en vinagre de módena.
Aun así, Brian Johnson no convence. Su torrencial de voz scottiana parece de plástico. Las comparaciones son odiosas y Brian seguro que está cansado de siempre lo mismo. Quizás por eso se haya planteado que esta gira sea su última. Probablemente sólo cuando nos falte, se le valore. Quién sabe. De todas formas son ya casi 30 años de la muerte de Bon Scott. Tiempo ha tenido para demostrar lo que vale.
Señoras y señores: bienvenidos al infierno musical: mujeres, cerveza y, sobre todo, AC/DC.
Aun así, Brian Johnson no convence. Su torrencial de voz scottiana parece de plástico. Las comparaciones son odiosas y Brian seguro que está cansado de siempre lo mismo. Quizás por eso se haya planteado que esta gira sea su última. Probablemente sólo cuando nos falte, se le valore. Quién sabe. De todas formas son ya casi 30 años de la muerte de Bon Scott. Tiempo ha tenido para demostrar lo que vale.
Señoras y señores: bienvenidos al infierno musical: mujeres, cerveza y, sobre todo, AC/DC.
¡We salute you!