21 julio 2013

El Intérprete en el Circo Price

20 de julio de 1984

Esta es la historia de un sábado. De un día especial: un veinte de julio de hace veintinueve años en el que Asier Etxaendía nos muestra su infancia en una habitación, mirando a la pared; mirándose dentro, muy dentro. Para descubrir que ante todo, lo que quiere ser es actor, cantante...intérprete. 

Convertidos todos en asistentes invisibles de un festival que surge de la imaginación de un hijo único de nueve años, el intéreprete sirve de homenaje a todas esas canciones que le ayudaron al niño a llegar a ser lo que está demostrando: un artistazo. Himnos escupidos de tocadiscos, de emisoras de radio y de cassetes en coches familiares que nunca olvidaremos. Saetas de nuestra alma que marcaron nuestra evolución musical, cultural. Y que sin ellas lo que somos hoy no tendría sentido. 

El Intérprete no deja de ser una obra de teatro donde la música, el baile, la diversión, pero sobre todo el argumento, penetran a una espectante audencia que rápido conecta con ese chaval de Bilbao, cuyos padres discuten, pero que se quieren. Y lo hace a través de la música con estilos de lo más variopintos que van desde Carlos Gardel hasta David Bowie pasando por Janis Joplin. Un espectáculo que aúna diversión, sentimiento, momentos de alegría, tristeza, cuñas sociales y emoción. Mucha emoción. Tanta, que las lágrimas pueden salir sin darse cuenta si uno recuerda la versión del Luz de Luna de la gran Chavela Vargas, con un chorro de voz desgarrador, aplastante, potente. Y sentido. Muy sentido. 

Rock, pop, soul, cabaret, folclore, rancheras. Estilos que se funden en la mente de un niño soñador que no quiere cerrarse en los exámenes de matemáticas y de lenguaje. Que tiene muy claro lo que pretende en este mundo. Y que empieza por encerrarse en su habitación de joven raro, quizás un poco autista llega a reconocer. Pero que sus amigos invisibles le recuerdan que si se maquilla, sus ojos verán más lejos de lo que nadie alcanza a vislumbrar.

 

Resulta curioso el cómo, a pesar de las referencias musicales, nunca te olvidas del contexto: un niño en su habitación en medio de un estado de locura mirando contra una pared. Y no por castigo, sino por deseo propio. Quizás la presencia de su padre entre el público invisible, además de la de otros amigos del espectáculo como los Bardem, Maribel Verdú, Penélope Cruz, Neus Asensi, Hugo Silva, Jorge Calvo, Almodóvar, ayudan a que el espectador ajeno a este núcleo de amigos, se sienta de verdad como enmedio de un evento sin comerlo ni beberlo. Como si pasara por allí y se quedara mirando. 

Y al final, como no podía ser de otra manera, el Price se convirtió en una fiesta. En un clímax de baile, cantos y ritmos donde era imposible mantenerse pegado a la silla. Con el tequila corriendo por el graderío, el Tú te me dejas querer alocó al personal, que no titubeó en llevar sus brazos al cielo para seguir los pasos de baile del actor, del cantante. De El Intérprete.  

Tras dos horas de espectáculo, papá Etxeandía llamaba a la puerta de la habitación para decir que ya era hora de descansar la mente y dejar a los amigos invisibles que volvieran a las calles, después de compartir con ellos un secreto, que el código del recreo me impide contaros. 

Lo que sí puedo decir es que no es lo mismo cuando no hay nadie a mi alrededor con el cuello abrigado. Nadie con las manos recién lavadas y el vestido conjuntado con el asiento del Price. Nadie cuya niñez sigue a flor de piel. Nadie con quien rular el tequila. Nadie a quien echar el micro a la boca. Nadie como tú para compartir momentos. Como el de anoche. 

Momentos que te recuerdan lo que ya sabes: que hoy es 20 de julio. Muchas felicidades también al otro , porque tú también contribuiste a mi desarrollo como amante de la música. 

Gracias. 

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