18 noviembre 2012

Hola A Todo El Mundo en la sala BUT

17 de noviembre de 2012

Madrid es de esas ciudades donde no necesitas hacer planes con antelación. Basta clickear en un par de sitios adecuados y ya te propondrán en qué puedes invertir tu tiempo, ya sea lunes o sábado. Planes de todos los colores, precios. 

Había oído hablar bastante de Hola a Todo el Mundo (HATEM), como una de las bandas más en auge y con mejor crítica del panorama musical madrileño. En ese movimiento alternativo-indie que parece inundar la ciudad. Música que con toques de rock al más puro estilo Arcade Fire, incluía banjos, acordeones, flautas y una ristra de instrumentos más típicos del folk de Europa del este que de un grupo de gatos indígenas. Suficientes argumentos para lanzarse a la calle, húmeda y amanifestada

Alrededor de las 21 horas, en la sala BUT de Madrid, salió al escenario Grosgoroth, lo que más tarde entendí como una broma mal gastada. Un tipo con con organillo con teclas de colores, colgado a modo de guitarra, y dos micrófonos que distorsionaban su voz. Creó un ambiente de indiferencia absoluta entre la audencia allí reunida. Bases electrónicas al más puro estilo Mario Bros (sí, el de los champiñones) que si se permitiera la devolución del dinero, más de uno y de dos la hubieran solicitado. Además, para más inri, el personajillo en cuestión no hacía más que descojonarse desde el escenario. Se lo pasaría pipa, pero para nosotros fue un sufrimiento. Tras tres intentonas de abandonar el escenario (un músico debe tener palabra: si dices que te vas, te vas), marchó entre silencios incómodos. Pero siempre quedarán los amigos incondicionales que le aplaudirán la gracieta. 

Después de la esperpéntica actuación del telonero, HATEM salieron a escena dispuestos a mostrarnos su último trabajo, Ultraviolet Catastrophe, disco que ya se sabía tenía tendencias electrónicas que rompían con el molde de ese rock-folk-indie de los inicios de la banda. Basado en la obra de un tal Roy Tiger Milton (del que se ha llegado a especular que es un personaje creado por la propia banda, y su única web mantiene la duda), reprodujeron el disco sobre el escenario de principio a fin.


Con ese título tan físico-apocalíptico no se podía esperar más que letras profundas y melodías electrónicas y oscuras, nada frías y dulcemente tratadas que, aunque con un poco de decepción por mi parte (esperaba ver un vaivén de instrumentos sobre el escenario), son ideales para una mañana de resaca o un domingo nostálgico. Temas como They won't let me grow o Youth time, Least Brother & Friends, que resonaron con una acústica impecable en una sala entregada, aunque quizá excesivamente relajada. 

Hora y media de concierto que, sin llegar al poder intimista de grupos como MONO, demostraron que son gente con personalidad que, te guste o no, es lo que hacen y lo que les apetece tocar. Con un discurso final más propio de una entrega de premios Goya (a mi entender sobró), la banda se despidió sin sacar una flauta o un ukelele. Cachis.

En todo caso es bastante reconfortante ver que aquí en nuestro querido país hay cabida para músicas que salen de la línea tradicional, y que además se hace bien. Y que la gente acude a estas actuaciones, que aunque empañadas por el telonero, mereció la pena. 

A seguir buscando sonidos. Cada uno el suyo.

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