24 abril 2012

Soulfly en The Altar Bar

22 de Abril de 2012

Tocaba cambiar. No sólo de bar. Sino de tendencia. Llevaba varios días enganchado a una tal Mi hermana pequeña, cuya dulzura sobrepasa los límites de lo conocido. Y que me había encandilado a niveles inusuales. Sin embargo, tras un vistazo en diagonal al periódico local gratuito, me percaté de un evento que no podía dejar pasar: Soulfly en The Altar Bar. 

Hacía tiempo que no sabía de ellos, y como pasa de vez en cuando, el tener la entrada en mano me incitó a repasar su vida, milagros y obras. Especialmente estas últimas, de las cuales estaba totalmente perdido. Lo que siempre me llamó la atención de esta banda liderada por un ex-sepultura (Cavalera, no confundir con Calavera) fue su mezcla. Porque te podrá gustar o no. Pero es innegable el afán del grupo por añadir ritmos heavies melódicos con el hard rock más gutural y otras tendencias del rock machacante. 

Con hora de empiece las 6.30 pm, The Altar Bar emerge casi de la nada en uno de los barrios más pintorescos de Pittsburgh, The Strip Disctrict. Mercados callejeros, restaurantes a pie de calle y un sinfín de restaurantes asiáticos pueblan las calles principales, justo detrás de unas zonas de carga-descarga que crean un ambiente bastante lúgubre al desaparecer el sol. Perfecto para lo que se venía encima. 

Además de Soulfly, ni más ni menos que otras 5 bandas saltaron al escenario. Incite, Lody Kong, Stinkpalm Death, Storm King y una quinta de cuyo nombre ni quiero acordarme. Porque en general, desafortunadamente, los grupos de chiquillos piensan que el hard rock es subirse a un escenario, gritar un poco (si es en americano nativo, pues mejor) y destrozar guitarras y oídos. Es cierto que el sonido de la sala no ayudó (fue bastante malo), pero exceptuando Incite y a Stinkpalm Death (tuvieron su momento), el resto se quedó en un vocifero y no puedo. 




En un ambiente eclesiástico (el bar se llama así porque tiene la misma fachada que una iglesia, y por dentro está decorado con cruces que hacen las veces de ventanas) y lleno de humo (artificial), Soulfly salió casi 4 horas después del inicio del "concierto". Con toda la fuerza del mundo, con una guitarra donde la bandera de Brasil hacía eco de la nacionalidad del líder y con un Cavalera bastante desmejorado (más gordo de lo que le recordaba y con unas rastas que rozaban la dejadez absoluta), el grupo empezó fuerte. Y querían que el público estuviera al mismo nivel. 

Desde el primer momento incitaron al público a hacer su famosa "ruleta de la fortuna". Bueno, así la llamo yo. Porque lo mismo te toca un comodín (en forma de ratoncito Pérez por perder algún diente) que la bancarrota absoluta (mejor ni pensar equivalentes en la realidad). Eso sí, siempre con amor. 

Tras un desgaste físico importante (contando las opening bands, unas 5 horas y media), los brasileiros cerraron el chiringuito después de desmostrar que hay una grandísima diferencia entre hacer hard rock o new metal o como se llame y saber hacerlo. Y esta gente sabe. 


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