12 julio 2010

Sonisphere 2010 (día 1)

09/07/10

Mayo de hace unos años. Empezaba a convertirse en un ritual anual asistir al Festimad, pero pasó lo que pasó y desde entonces no había vuelto a ir a un festival metalero en Madrid. Lo echaba de menos. Y con esa mezcla de morriña, interés por conocer nuevas bandas, reencontrarme con mi parte oscura y el olor a camisetas sudadas ajenas compré el bono de dos días para ir al Sonisphere 2010.

El festival está organizado de forma itinerante, de manera que visita varias ciudades europeas manteniendo el núcleo de grupos y el espectáculo. Ha venido a ser lo que en su día se llamó Getafe Electric Festival. Pero tal y como están las cosas, es un lujo que sólo se haya cambiado el nombre y no haya menguado, en absoluto, la calidad de los grupos que han congregado.

El recinto estaba perfectamente comunicado con Madrid. A menos de media hora en autobús, entre los pinares del Cerro de los Ángeles se escondían todas las tiendas de campaña. Una zona aparentemente apta para acampar después de ver la amplia densidad de sombra que caía sobre las lonas de los campistas. Eran las 17 horas y hacía un calor de justicia.

A 5 minutos andando de la zona de mochileros estaba el acceso al festival, lleno hasta la bandera para conseguir el identificativo de "portador de bono", o lo que es lo mismo, "melómanos por necesidad": una pulsera anaranjada de plástico.

La primera sensación que recorrió mi cuerpo fue un deja vu espantoso. No pude evitar recordar el secarral de aquel polígono industrial de Fuenlabrada donde se gestó el último festival de la antigua era FestiMad: suelo basado en polvo, arena fácilmente levantable, grava y gravilla. Dos aisladas y minúsculas carpas de redBull daban alas a unas 50-100 personas bajo la sombra. El resto, al solamen.

Cuando llegué sonaba Anathema. Me dio bastante pena no poder escuchar el concierto completo, porque la verdad es que sonaban genial. Muy melódicos, potentes y un pequeño toque gótico que me sorprendió bastante, ya que no suele ser muy habitual en ambientes tan metaleros. Tocaron en el escenario principal, y a pesar de que no había demasiada gente, ya se podía apreciar que en los conciertos grandes aquello podría ser criminal por la cantidad de polvo que íbamos a ingerir. De tripas corazón.

Uno de los puntos a favor de la organización fue la estupenda sincronización entre los dos escenarios. En ningún momento se solaparon y se siguió el horario con gran puntualidad. Cosa de agradecer cuando te caen unos 40 ºC sobre tu cabeza y la maceta de cerveza asciende a los 8€. Además, la situación de los escenarios era bastante buena, ya que permitía divisarlos desde gran distancia.

Era el turno para Bullet for my Valentine. De aspecto totalmente jeviorros, musicalmente me recordaron muchísimo a Avenged Sevenfold, aunque para mí, salvando las distancias si se piensa en temazos como Chapter Four. Aun así, el concierto estuvo bastante bien. Podría haber sido mejor si durante los 45 minutos no nos achicharrara un sol de invierno que, no sé por qué, nos la tenía jurada. Qué calor. Al menos el concierto fue en el escenario 2, donde había más asfalto y no se notaba tanto la nube de polvo. Un alivio para nuestros pulmones.



De los siguientes grupos: Porcupine Tree, Saxon, Sober y Slayer, sólo Saxon estuvo a la altura. En realidad, es posible que tanto Porcupine como Slayer hicieran lo que se esperara de ellos, pero es que yo no los soporto. No soporté el aburrimiento de Porcupine Tree, que además de tener el marrón de sustituir en el cartel a Dio por causas ajenas a la organización (muerte), su música desentonó muchísimo con el resto del festival. No cautivó. No daba sensación de desgaste, de entrega, de...esfuerzo. Quizás el calor les afectó más de lo que se podría imaginar. De Sober, poca cosa. Que se han vuelto a unir quién sabe por qué, pero musicalmente como siempre. Poco donde rascar para un concierto serio. En cuanto a Slayer...Una, está bien. Dos, bah. Tres, por qué no. Pero cuatro...es demasiado para mí. Esos acordes que suenan a mamporreros haciendo su trabajo delicadamente me superan. Esos aullidos-berridos unidos a la polvareda de gente incontrolada golpeándose mutuamente hicieron de Slayer una pequeña tortura que servía de ganzúa para mis oídos.

Y entre medias, Saxon. Qué cracks. Los únicos que se dignaron a dedicarle una canción a Dio. Que a pesar de sus seitantos siguen animando al personal y haciendo ver a muchos que no es necesario reinventar música para divertir y animar a la gente. Que con una fórmula sencilla, carácter y complicidad con el público puedes hacer olvidar los rayos del tan temido Sol. Olé, chavales.

Durante WASP, preferimos tomar un refrigerio para ver en perfectas condiciones a Faith No More, que era lo que realmente nos llevaba al festival en su primer día. Así que compramos algo de comer, de beber y ya con el Sol descansando (joder, qué alivio), nos posicionamos tan bien como pudimos para ver al majareta de Mike Patton.

Como no podía ser de otra forma, entraron rompiendo la pana. Aprovechando la flexibilidad de ese crack apellidado Patton, el grupo entró enfundado en trajes y entonando una baladita, Reunited. Vaya panorama...Pero fue un simple espejismo. Rápido cambiaron de tercio para, acto seguido, con From out of Nowhere, dejarse la piel sobre el escenario y sobre el público. No faltaron temazos como Epic o Ashes to ashes. Por supuesto que también hubo tiempo para excentricidades. Ni corto ni perezoso, Mike se lanzó al público y fue transportado en el aire por el público durante más de 30-40 metros. Es cierto que hubo algún problema de coordinación, pero qué demonios. Salió genial. Deseando suerte a la roja y lanzando improperios a los holandeses, Faith No More dejó un sabor de boca grandioso.

El primer día acabó con Suicidal Tendencies. A pesar del cansancio de todo el día, demostró que tiene materia prima de sobra como para hacer más de lo que hacen. Es una música bastante escuchable, divertida y propensa a meterse en el grupo de "se dejaba llevar", es decir, en el grupo de bandas con unas individualidades tremendas que no sacan todo su potencial. El batería era enorme, en todos los sentidos, y el bajista también dejó muestras de ser un puto amo. Sin embargo, lo que demostraron musicalmente en la hora larga que estuvieron no fue gran cosa. Estuvo bien, pero daban sensación de poder hacer mucho más.

Sobre las 3.30 se cerró el chiringuito para mí. Había música de "DJ" metalero que sonaba de fondo mientras abandonaba el recinto. Para ser el primer día, no había estado nada mal. Aunque las duras horas bajo el sol y la falta de agua habían pasado factura en el cansancio final. Gracias a la buena organización del festival, había autobuses cada 15 minutos a Madrid. Así que viaje en autobús lleno, paseo a casa acompañado por extraños, ducha para recordar que no estoy hecho de barro, ración de ensaladilla casera y a dormir. Mañana sería otro día. Y vamos que si lo fue.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Con lo bien que, se está en la piscina de ACEBO. Besos